Una de las primeras cosas que intento hacer cuando llego a un lugar nuevo es hacerme con un mapa. Se ha convertido en una especie de ritual (o de obsesión más bien) y cuando lo tengo, la primera vez que lo abro (porque creerme si os digo que lo puedo abrir unas cincuenta veces) empiezo a observarlo como si de repente ese lugar ya sea una ciudad, un pueblo o un paraje natural, se hiciese mío entre mis manos. Empiezo a imaginar todos los rincones, cómo vestirán sus calles, a qué olerán esos sitios, cómo será dependiendo de la época del año en la que vaya, qué vegetación tendrá, con que personas me cruzaré… un sinfín de estímulos que arrancan antes de que pueda darme cuenta de donde estoy.
A parte de coleccionista de mapas me considero una amante de la naturaleza y de las pequeñas cosas, al final son las más grandes. Adoro comer, dormir, la tontería y la sopa. Una buena dosis de estas cosas todos los días me hace mejor persona 🙂
Recuerdo cuando de pequeñita trepaba un almendro gigantesco que daba a la ventana de mi habitación solo con la excusa de aprender a tener una vía de escape en caso de que algún día viniesen ladrones y tuviese que escapar por algún lado, con el tiempo y la técnica cogida lo trepaba solo porque me encantaba. Recuerdo cómo me lanzaba con mis primos de un puente a una presa solo con siete añitos poniéndome los órganos del revés cada vez que lo hacía, veranos en el pueblo en los que me perdía muchas tardes con amigos para merendar en los chopos, irnos con la bici a otro pueblo a por chuches , colarnos en casas abandonadas para subir al pajar a inventar historias, quedarnos en el puente de la carretera a mirar estrellas o inventar mundos en un parque que sólo tenía un tobogán grande y uno pequeño. Recuerdo cuando me enfrenté cara a cara con una cascada (al final solo perdí un diente 😛 ). Recuerdo cuando me colaba en el remolque de mi abuelo lleno de trigo con la ropa “de los domingos” y salía negra (también recuerdo la cara de mi abuela al verlo). Recuerdo como ver montones de animales en las charcas que se formaban en los campos me alucinaba (alguna explicación tiene que tener haber convivido con ratones y una culebra más adelante o coleccionar caracoles y vivir con montones de animales en casa aunque ahora lo que pienso es que cada uno tiene que vivir en su sitio). Recuerdo cuando íbamos al monte a por leña en el que teníamos que tener cuidado con los jabalís y yo me imaginaba perdiéndome en el encinar durante días y haciéndome amiga de uno de ellos, me encantaba recorrer esos caminos (a pie y con mis primeros rallys aprendiendo a conducir a los nueve años y a cuarenta por hora, qué rapidez, fue cuando entonces apareció un jabalí de verdad 🙂 ). Recuerdo el berrinche que me pillé cuando perdí mi camiseta de Picos de Europa, era de mis favoritas con dibujos de montañas y vacas. Recuerdo cómo me marcó mi primera excursión para subir al Yelmo en la Pedriza (las muchas y variadas agujetas tampoco se me olvidan). Recuerdo cómo ir a las tierras de otro pueblo a por agua me parecía toda una aventura. Recuerdo la ilusión con la que cogía el autobús urbano pensando que viajaba por el pueblo hasta que un día el conductor me llamó la atención por estar dando vueltas, a partir de ahí me inventaba un montón de excusas de recados para cogerlo. Recuerdo los nervios que me daba cuando mi padre montaba la tienda de campaña (aunque fuese en el jardín de casa), dormir todos entre mantas me parecía divertido… miles de recuerdos me indican a día de hoy que si hay algo que corre por mis venas, además de un montón de glóbulos rojos, es la pasión por las aventuras.
Aunque me encantaría poder vivir todo el día sumergida en sueños, mi persona también se tiene que encargar de la vida adulta, esa que no termina de convencerme del todo pero que sin ella muchas de las aventuras no serían posibles. A ratitos toca hacerse responsable (o parecerlo 🙂 ). Empecé a trabajar a mis 16 añitos en una panadería de Colmenar Viejo. Después he trabajado durante once años en el famoso y gran comercio español llamado El Corte Inglés. Aunque han supuesto una familia para mí y me han visto crecer, nada de eso tiene que ver conmigo pero gracias a él he adquirido muchas habilidades y he podido hacer una de las cosas que como a muchos humanos nos llena de vida: viajar. Durante ese tiempo también me he dedicado a estudiar y a aprender de cosas que me gustan mucho: animales, el mundo forestal y las personas; cosas de las cuales intento seguir alimentándome. Actualmente me encuentro dividida entre el mundo de la naturaleza, forestal y la educación ambiental, creo mucho en ella y creo que dada la situación del planeta hace mucha falta, y el mundo social, el cual me brinda la oportunidad de trabajar y aprender con personas en situación de exclusión, perspectivas y vidas muy diferentes a la mía… las dos variantes me hacen palpitar cada día y creer en un mundo más bonito. 🙂
Hay muchas cosas en la vida interesantes, ¿por qué vamos a conformarnos con unas pocas? Necesitaría mas vidas para todas las que quiero ver, aprender, explorar y experimentar, pero como no soy un gato, en el día a día intento regalarme un poquito de estas para mantenerme viva y ya de paso no darle protagonismo a la rutina. :p
En mi tiempo libre me gusta caminar, algo muy simple pero que me carga la batería al completo. Son muchos los días que me planto unas zapatillas y echo a andar, si es con decorado verde o montañil alrededor mejor que mejor. Aquí podréis encontrar otra de mis perdiciones: El Camino de Santiago (en todas sus formas y variantes) y la montaña (sufro poligamia con ella, es verdad que estoy más enamorada de algunas que de otras, pero no lo puedo evitar :P) de la que todavía tengo mucho que aprender pero la que me ha regalado experiencias únicas que iré contando por aquí para los que se animen también echen a andar y a vivir :), pues para mí más que un hobby, es una necesidad. Siempre pienso que cuando me encuentro en la montaña estoy tan llena de vida que podría vivir por mí y otra persona, generalmente esa plaza la coge mi angelito favorito; mi padre.
Creo que otro punto importante en mi vida que me hizo confirmar muchas de estas cosas fue mi estancia durante tres meses en Finlandia para hacer unas prácticas…pensaba que hacerlo me iba a dejar muy satisfecha de lo logrado (y así fue) pero a la vuelta solo tenía ganas de más; más bosques, más rutas, más naturaleza, más ciudades y países nuevos, más aventuras, más vida 🙂 (y más mapas por supuesto). Generalmente mi campo base es España y lo adoro, pero siempre en mente con otras cimas, objetivos por cumplir y sueños por realizar.
No concibo una vida completa sin pasar ratitos con mis personas favoritas, familia o buenos momentos con buenos amigos , los que te han visto evolucionar (o involucionar en algunas ocasiones :p). También compartir etapas con gente que llega a tu vida y se queda o se va, pero el tiempo que están es perfecto. Conocidos que te aportan mucho, o incluso personas nuevas que se cruzan en tu camino por un ratito y te dejan huella para siempre. Muchos de ellos forman parte y son los protagonistas de estas aventuras. No importa la edad (me gustan mucho las personas más mayores, cuánta experiencia), sexo, la procedencia, la cultura,… me encantan las personas con todas sus diferencias que las diferencian 🙂
Cuando no he podido vivir mis propias aventuras me ha alimentado sumergirme en la de otros. Desde hace años leer blogs de otras personas, leer libros sobre viajes, expediciones, montañeros y todo tipo de rutas me ha hecho sentir e imaginar cosas increíbles desde casa y por ello me lanzo a esta nueva aventura: mi blog, para compartir mis mejores experiencias. Una ventana a mi mundo favorito que quiero mostrar y dar como me lo han dado a mí, una idea que llevo mucho tiempo cuidándola y solo por eso ya merece la pena que salga a la luz. Porque crear es una de las cosas más bonitas que hay y no hay mejor forma que teniendo el entusiasmo y la ilusión de ello.
Así que, si algo te apasiona ¿por qué no escribir sobre ello? Y lo mejor de todo, compartirlo. Bienvenidos a mi pequeño mundo de andanzas, caminos, montañas, viajes y aventuras.